Marcel (Hidden Reflection) por Ryan McGinley, obviamente
No hay nada más delicioso que descubrir la poesía de Poe un jueves por la noche después de un terrible dolor de cabeza y haber sentido a flor de piel la lejanía de nuestras almas que se vuelven casi siamesas en la oscuridad de la noche. En mis sueños seré Annabel Lee para que los ángeles me maten muertos de celos. Y tocar el minúsculo trozo de cama sobrante será la prueba definitiva. Durante esta ausencia, en el momento en que nos llenamos de introversión, se nos inunda el alma en una pena líquida, de un naranja grisáceo que podría confundirse con el cielo nocturno de nuestra bella Barcelona. Mi piel se excita con el roce de tus yemas que se mueven como plumas recorriendo mi cuerpo libre de desdicha por entonces. Y me distancio sin querer, vuelvo a caer en mi dulce tragedia y dejo de sentir la tuya, que pocas veces he podido atrapar, tras el ardor de tus ojos. Estoy perdida, nunca fui buena en eso de la orientación. Tengo una ala herida, pero tú me salvas ofreciéndome tu brazo de robot. Hablo de ternura, de la belleza máxima de Saturno y de vivir atrapada en enormes torres hambrientas de mi ser, el reino de la tenebrosa arquitectura. Personas, mundo y vida. Todo es mío y yo solo hago que degustarlo. También permito coger un trozo de mi pastel, pero sin dejar que devoren mi ser, tan vulnerable ante la luna. ¿Puedo hablar de ti?