Aullamos, aullamos, aullamos, auuuuuuuuuuuu



jueves, 12 de enero de 2012

Pseudoporno

Otoño. Coño. Gritar. Bosque. Correr. Aullar y saltar. Os estáis convirtiendo en monstruos. Estoy muy alejada del cemento bajo la tutela de una luz roja de burdel.


Velo de luto. ha empezado el funeral de nuevo. no empieces otra vez.
escupitajos. ni otoño ni coño. copos blancos cubrirán las hojas marrones, de un marrón oscuro hoy teñido de los lloros de los algodones. Sofá, polla y manta.


La chica solitaria se desvanece entre el ruido del teclado de una blacberri. Toc toc, llaman a la puerta, es Adam, me trae manzanas y una lata de guisantes, me pide que baile con él. Morir sería demasiado dramático. Me arrancaré las tripas tras haberme cargado a la Parca. Huele a cama y no pienso arrastrar los pies en mucho tiempo, décadas de melancolía evitando el vaho. Rescatándome a mí misma, en un impulso viajero, recorreré a espaldas de un halcón vuelos invisibles que fueron de otros. Mamá, no necesito nada ahora mismo, quizá unas pocas monedas para algún que otro pastelito o yogur griego. Estoy sola, fría, enclaustrada y no me da igual quedarme aquí mañana. Dile a papá que iré a veros pronto. La suciedad ya no es oscura. Los monjes cuelgan las sotanas y salen a pasear con el último rayo de sol rojizo del día. Vuelve la navidad y con ella los demás sonríen. Yo, que no sé si existe o no el día, permanezco con el rostro neutro y las manos congeladas. Los acantilados parecen más naturales y poderosos que nunca. En su honor retumba la campana. El horizonte no es de nadie pero las telas que lo acompañan son del azul, rey de arriba y abajo. Deberíamos dormir de puntillas, para que nuestro cuerpo no se enterase. Y luego fardar de vigilia es una fanfarronería. En la ciudad nos tomamos la pulcritud narcisista y la aceleración activista como modelos de recompensa a los ocultos montones de basura y sutiles pérdidas de tiempo. A todo esto, me pican los ojos, es la sal de la brisa veraniega.

Siesta, Pierre Bonnard

Frío, frío, frío en los talones y los árticos son unos mamones.

viernes, 6 de enero de 2012

La amenaza cefálica crónica es de genios

Los Reyes Magos me han traído muchas cosas:
Estabilidad emocional y digestiva; un Iphone; unos calcetines; un arma de fuego; comida para pájaro; un reloj roto; petróleo; unas tetas; un par de bombas nucleares; unas cortinas de flores; un gato de la fortuna; un jersey de rombos; y una peli de Almodóvar.

Dicho esto, el talento se esconde tras la procrastinación, dice alguna por aquí. Cada vez somos más los que sucumbimos a sus encantos. El mañana no es rutina, el hoy tampoco, esto de las navidades ha sido una farsa entre cuatro paredes rosas. Introversión y exclusión. La vida está en las sonrisas que cuentan proyectos entusiastas. Y el chocolate en la nevera. Ahora veo películas del oeste.

Érase una vez un prado verde amarronado de la tristeza causada por la insuficiencia lumínica. El lado oculto del rey Sol. Una planta de un pie desnudo del mundo asfaltado interrumpe las alturas de una narciso amarillo submarino. Las piernas pálidas rompen a correr dejando moco de caracol que nutre la eterna y rancia verdor. Un árbol es su mesías. Su copa pertenece al más allá. Tras dos minutos de mirada temerosa, un salto al alma le hará escalar. Y trepa, trepa, trepa, al ritmo de las estrellas convertidas en asteroides. Manos, pies y piernas, arañados y rasguños cuando tronco y cuerpo entablan una conversación fluida sobre universos paralelos y monarquías relampagueantes. Hojas y verdío va apartando como su fueran bandadas de pájaros en celo. Al llegar a la copa sólo son dientes y arrugas risueñas. El prado se llena de árboles y las alturas van siendo conquistadas por otros cuerpos desnudos de su actual ser. Todos cansados de ser seres, armonizan sus pestañas con el contacto de la corriente de las alturas para que les devuelva un poco de incomprensión placentera pre vital y post orgásimca. Y se miran, todo son risas. Y gritan, le gritan a la inmensidad. Y a los cables telefónicos que ahora atraviesan el prado que se ha quedado pequeño como la sal. Todo parece mar ahí abajo. Y llueven plumas.