Aullamos, aullamos, aullamos, auuuuuuuuuuuu



viernes, 19 de agosto de 2011

Suave, como la primera etapa del camino de Santiago

Hace tanto que no voy al cine o a la filmoteca; añoro la gran ciudad y sus múltiples monstruitos; mi personaje de ficción favorito es Dios; vuelvo a rendir culto a Taylor Momsen; Serge Gainsbourg debe de ser el hombre más envidiado de la historia; mi cama ya no es tan grande y mi ornitorrinco crece por momentos; ayer tiré por un barranco a mi personaje predilecto. Le dije "te mato ahora para que seas consciente en vida de tu fatídico final". Ella, que está en pleno viaje iniciático, ha aprendido ahora a aprovechar su aura mágica para robarles las almas a los vagabundos de la ciudad de la vida. Pero no quiero hablar de ella, ya tiene bastante con existir en mí y en su universo paralelo junto a otras criaturas que son un regalo de Dios para la naturaleza por ahora. Aún tiene mucho que aprender del Diablo. A mí me pasa igual. Estamos majaretas. Tenemos tantos leños que no sabemos como se colocan para que no caiga el montón. Y si no logramos ilusionarnos con cosas cotidianas que te hagan revivir los recuerdos que apreciamos más que el transcurso del presente de nuestra vida, no sabremos dónde buscar la felicidad. Pero algunos se conforman con menos y a mi me parecen idiotas. Hay que ser ambicioso. No hablo de oro, hablo de conocer la belleza, nuestro interior, el ser humano y su relación con el mundo -me están dejando pájara estos profetas/poetas del más allá-. Pocos tienen claro lo que quieren y lo que son, pero lo jodido es que a menos les interesa descubrirlo. ¿Y qué cojones me importan, estos incautos? Que hagan con su vida lo que quieran. Pero luego que no esperen ser la inspiración de nadie a no ser que sea de la señorita mediocridad (aunque ni siquiera a ella le suelen atraer mucho, suele comentarme en nuestras largas charlas a la orilla de una chimenea con una taza de té entre las manos). Esto lo dice una chicuela vulgar que creía no pretender aspirar a diva, mi vecina, tan llena de contradicciones e ironías que a veces me dan ganas de morderle un brazo. Yo sigo buscando la manera de que reine el amor. Y dejo de ser engreída para ser la más austera en la época de los atardeceres que proyectan algo más que la figura de los que los admiran, contienen el infinito, lo más impensable que puedes pensar. He pedido el miedo a la encriptación descencriptada. Ya no me molesta jugar sin sombras, pero sigo siendo amiga de tu sombra en la pared. Un consejo, mira el tiempo en todos los canales posibles (y para los madrileños: dedícate a matar peregrinos).