Aullamos, aullamos, aullamos, auuuuuuuuuuuu



miércoles, 30 de marzo de 2011

Mundo tóxico

Mmm.... ¡Qué bueno está! Es tan dulce... delicioso. No había probado un cupcake tan aterciopelado en mi vida. Olía a azúcar, sonaba esa dichosa canción, y la silla era muy cómoda además de mona. A pocos metros de mi había una niña con dos trencitas que me miraba fijamente. Le saqué la lengua y ella me devolvió la jugada. Su cupcake era rosa, muy rosa. Luego él, tan simpático y pelirrojo como siempre, me guiñó un ojo a modo de despedida.

Solía ir mucho por allí, de hecho, cada día caía por allí un rato o otro. Desde que había probado ese cupcake no podía elegir otro. Tenía un aspecto extraño, un color verdoso oscuro poco agraciado, ya imaginareis que no era visualmente el más bonito. Siempre que llegaba, fuese la hora que fuese, solo quedaban dos de esos. Un día le pregunté al chico pelirrojo el misterio de los dos cupcakes verdochos. Me dijo que no es que siempre quedasen dos, es que siempre hacía únicamente dos. Uno de los cuales solía ser mi desayuno o mi primera merienda, o mi segunda merienda, o mi tercera. (Sí, soy muy de merendar como podéis comprobar). Y que pasaba con el otro? No se me atreví a preguntárselo. Me empecé a montar historias y solo podía ser algo de así:
a) lo tiraba a la basura porque ya estaba rancio
b) tenía una obra de arte montada en casa con todos los cupcakes verdochos a modo de pirámide
c) se lo daba para cenar a su gato gordinflón
d) mi media naranja venía a comprarlo cada día justo antes de que cerraran la tienda
e) lo destruía con una pistola de rayos láser y así satisfacía su faceta menos cariñosa
f) todas las opciones anteriores son correctas dependiendo del ciclo lunar

Así que un viernes me quedé hasta muy tarde. En el pequeño local ya solo quedábamos él, yo y la cocinera (que tarareaba una canción desde los fogones). Yo hacía que me ponía la chaqueta con mucha tranquilidad para exprimir hasta el último momento. Entonces cuando ya me daba por vencida y me dirigía hacia la puerta... él cogió el cupcake y.... ¡¡¡le pegó un gran mordisco!!! Entonces me marché con una gran sonrisa en la cara y con su guiño de ojo habitual por fin se pudo librar de mí.

No fallaba ningún día a mi cafetería favorita, y el ratito de felicidad que me proporcionaba ese dulce era la gran sensación del día. Fue justo hace una semana cuando al llegar, mis ojos buscaron entre pastelitos de vainilla, limón, y frambuesa (éstos últimos eran mis anteriores favoritos), pero no encontraron los verdochos. Me miró con una sonrisa forzada y me advirtió que no los encontraría. Había dejado de comprar el ingrediente mágico y sentenció diciendo que ya no haría más de esos horribles pero golosos cupcakes. Le eché una mirada mortífera que no la rehuyó ni un tierno "lo siento". No he vuelto a esa cafetería, ni si quiera a comprar los cupcakes de frambuesa que tanto me habían gustado en su día. Desde entonces, meriendo churros.

7 comentarios:

Malisa dijo...

nice blog! xx

-Big.Small.Big.Small- dijo...

Me ha encantado! un texto muy original!

Anna dijo...

maleïda, tinc moltes ganes de menjar coses dolces encara que tinguin color d'alien amb grip

unduckbl

Angie dijo...

Me ha gustau. Me pregunto de donde habras sacado la inspiración para hacerlo. Mmmmm...

Somiadora emboirada dijo...

Mola demasiado, como los Cupcakes verdochos.
Sabes que te digo???












¿¿¿¿¿¿¿Cascomio???????????

Lara dijo...

me gusssssta mucho, bueno el final no tanto... ay los cupcakes! ay los pelirrojos! ay los guiños de ojo!

Irina dijo...

Mujer, los churros no estan mal, pero los cupcakes son mejores, los de frambuesa son mis actuales favoritos, antes lo eran los de chocolate y menta, que también tenian un color verde.
Lamento que tu hombre pelirrojo ya no fabrique de los que te gustaban a tí.
Te sigo ^^