domingo, 27 de junio de 2010
domingo, 20 de junio de 2010
El viaje
Estaba sentada en mi cama, con el portátil en las piernas como de costumbre, pero de repente ocurrió algo extraño. La cama salió disparada y el portátil salió volando con unas pequeñas alitas blancas en los lados. Yo me agarré fuerte a mis sábanas de motivos chinos y surfeé por el aire a gran velocidad. Limpié los trozos de pared que habían quedado encima del colchón con las manos. Ya tenía controlado el ritmo y no me hacía falta sujetarme a las sábanas. Me tumbé con la cabeza para el lado contrario de la almohada. Dejé caer los pies sobre ésta. Con los ojos cerrados canté casi susurrando Tú me llevas de Zahara. Cuando acabé volví a abrir los ojos y me asomé por un lado de la cama para ver como el mundo se hacía pequeñito.
Vi a un niño que señalaba mi cama con el dedo y le decía a su mamá con cara de emoción que había una cama volando. Pero su madre no le hacía caso y continuaba hablando con un señor muy atractivo. Pasé por encima de un lago donde había una chica sin ropa peinando su melena a la orilla. Luego me di cuenta que había un chico haciendo el muerto justo en el centro del charco de agua. Me adentré por una ciudad llena de gris y sin nada verde. La contaminación sonora llegó hasta mi, cláxons de coches, chillidos de niños, derrapes, sirenas ruidosas, gente, perros, ningún pájaro. Respiré profundamente el aire tóxico de esa ciudad y sonreí desde allí arriba a aquel gato que miraba desde un árbol. Yo creo que los gatos siguen mirando fijamente incluso a quilómetros. Incluso cuando tu vista no llega a verlos, ellos te ven a ti y te miran detenidamente. Me alejé de la ciudad a un lugar lleno de árboles. De pronto escuché una música muy acelerada. Entre las hojas se veían chaquetas multicolor, crestas y rastas, torsos pintados, sombreros, bebidas fluorescentes, lucecitas y una hoguera hecha con trapos de colores. Un chico rubio y otro pelirrojo se besaban entre la multitud de personas que bailaban locamente bajo los efectos del LSD. La música desapareció. Mi cama avanzaba y se podía ver a lo lejos unas casas junto a un río. En una barquita habían un niño y una niña. La niña tiró al niño al agua y luego saltó en su rescate. Sus risas se oían con gran potencia. Cuando llegué a sobrevolar el pueblo un poco alejado del río, puede ver un chico sentado en un columpio llorando. Una chica con un vestido de florecitas azules le miraba desde un banco. Cerca de la plaza había dos amigas que se dieron la mano en ese mismo instante esperando un autobús. Por un camino que comunicaba el pueblo con otro más grande había un grupito de adolescentes con bici, había tres aventajados que hacían una carrera desde una bajada muy empinada. Cerca de allí estaba el mar, junto a unas rocas tres chicos se divertían saltando y volviendo a subir para hacer un salto con acrobacias incluidas. No muy lejos de las rocas había tres chicas tomando el sol pendientes de los saltarines y de su bronceado. Un poco alejado de la costa había un barquito donde un joven moreno despeinado escribía en una pequeña libreta, justo al lado tenía una guitarra. No parecía tener prisa. Disfruté la brisa marina durante unos minutos y me encontré con un par de gaviotas que volaban alto. Se hizo de noche y el viaje de vuelta estuvo lleno de pequeñas lucecitas agrupadas en unos puntos concretos.
Cuando llegué a mi habitación, dormí plácidamente. Al día siguiente cuando te lo conté, me llamaste tarada y soltaste una carcajada, yo me reí contigo y abrazados vimos como la chica de enfrente se comía un helado de dos bolas, una rosa y la otra blanca, de fresa y nata desde tu sofá, doble.
martes, 15 de junio de 2010
Es como un gran AHHH AHH AHHH!
No voy a hablarte de él, sino de ello. Podría contarte mi estado de felicidad suprema, lo extasiada que estaba, los sentimientos más realistas y a la vez hipersubrealistas que pasaron por mi mente en ese momento... pero no lo haré, porque no me entenderás, pero podrás recordar algo parecido que te sucederá o imaginar algo parecido que te sucedió. Solo requiere que vivas la vida con intensidad y creas en ella dramáticamente. La molonidad del extremismo psicotrópico.
sábado, 12 de junio de 2010
El mismo tema de siempre con una pincelada de realismo un tanto preciosista
No podía creer en el amor todavía, un día te levantas y lo sabes, sabes qué es. Pero tiene muy claro lo que le gusta AHORA. Recordó aquello de "Colorea mi vida con el caos de los problemas". No podía estar segura de que mañana amaría los perros en vez de a los gatos... pero eso no le quitaba intensidad a su amor por los gatos en aquel momento. toc-toc. Era la felicidad, aquella que sucede un día, una hora, un minuto y un segundo entre tantos.y la que nadie le aseguraba en un futuro pero eso era lo que ella esperaba.no hay momentos felices sin saber como son los momentos tristes. ¿Evitaba los problemas de la profundidad de los sentimientos? no, simplemente no los conocía, por eso no estaba prevenida ni le interesaba prevenirlos.