El mundo sigue tan tarado como siempre y nosotros no vamos a ser menos

8.46, 8.47, 8.52, dos horas y once minutos, las diez y cuarto, ¡córreeeeeeeee! pipipipi. ¡Mierda! Definitivamente... voy a mandar las horas a un lugar más asqueroso que el peor retrete de Escocia (sí, sí, el de Renton, mi yonki favorito entre tantos, sin animo de ofender a mi querido Pete).

Quiero medir el tiempo en latidos, volver al estado de efervescencia que rodea una vida multicolor, a veces incluso rosa. Sino, me conformo con el tono azulado de la tranquilidad. También quiero volver a tener la percepción del tiempo como cuando eramos niños. Ya, bueno, cosas que queremos todos de vez en cuando, ¿no? Igual que queremos vivir en el castillo-palacio de Gerard Depardieu y no en el de Salma Hayek. Aunque siempre hay alguien que te corta el rollo y yo le canto mi canción favorita de los Falling Kids.

Hoy ha sido un día guai, sí, guai, con i latina, porque mis guais son con i latina.

La vida sigue siendo fafafafafascinante, porque cualquier persona que no pretende ser aburrida y lo es irremediablemente tiene un brillo color dorado (como todos los brillos uu') que atraviesa mi alma colorada, roja, tanto como las manzanas de Blancanieves... mmmm... cuidadín, cuidadín.

Y esas personas que no son aburridas, por el simple hecho de tener una mata de pelo en la cabeza adorablemente adorable, me provocan sobresaltos que anuncian que es un lunes más, otro lunes de esta maravillosa vida, por lo tanto, voy a continuar escuchando MGMT y seguir filpando psicodelicamente hablando.