Aullamos, aullamos, aullamos, auuuuuuuuuuuu



domingo, 23 de diciembre de 2012

Todo lo que se aprovecha del cerdo II

Fui a la exposición de la nueva joya de Antoine, una muchacha menuda, de ojos inquietos que nunca sonreía ni hablaba mucho, evidentemente preciosa, solía vestir de negro y tenía una melena larguísima. Antoine siempre las elegía muy jóvenes y con un talento dado a la tendencia. Con él ellas tenían el éxito asegurado. Me acerqué a ella puesto haber notado su ausencia durante las conversaciones con otros snobs que Antoine le proporcionaba a modo de mecenas. No pude resistirme a vomitar mi discurso paternal refiriéndome a Antoine como el hombre malvado que no puede resistirse a un nuevo capricho de usar y tirar. En realidad sólo había soltado ese discurso otra vez, fue a una chica rubia que hacía unas acuarelas pastelosas llenas de ternura. Llegó a lo más alto durante un par de semanas aunque probablemente ahora vivía en un piso alquilado y trabajaba en una cafetería o algo así para pagarlo. Aquella me había mirado con cara de horror y había echado a correr a los brazos de su amado Antoine. Pero esta me sonrió ¡me sonrió! ¿qué clase de demonio se ríe de su trágico destino? Esa chica era una zorra en potencia y quería chupar sangre.
-¿Te crees que quiero ser famosa? ¿que mis dibujos lo son todo para mi? Cariño... ¡yo no podría vivir del arte como si fuese una mercancía!
Tras esas palabras rió sin parar y después de mucho rato contemplando su descojone, ella, poniéndose la mano en la tripa a causa del dolor que las carcajadas le produjeron, me miró y me dijo:
-No, en serio, realmente lo que yo quiero ser es sicaria.
Volvió a reír, esta vez moderadamente.
-Entonces, ¿de que piensas vivir, criatura?
-Hoy, de Antoine, ricura, mañana, quién sabe.


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